Intervención durante la presentación del Triángulo en Salamanca.
La Francmasonería lleva consigo un amplio conocimiento filosófico que usa como faro al Racionalismo. Filosofía y Ciencia son cosas centrales para la praxis masónica porque generan como efecto paralelo la “acción pensada en la construcción”: esto es teorías del pensamiento fundadas sobre la práctica racionalista y enfocadas a una lectura crítica de la realidad.
Vladimir Carrillo Rozo
La Francmasonería lleva consigo un amplio conocimiento filosófico que usa como faro al Racionalismo. Filosofía y Ciencia son cosas centrales para la praxis masónica porque generan como efecto paralelo la “acción pensada en la construcción”: esto es teorías del pensamiento fundadas sobre la práctica racionalista y enfocadas a una lectura crítica de la realidad.
El sentido en que es recogido el Racionalismo, por ejemplo, en los rituales practicados por la Gran Logia Simbólica Española (y otras muchas obediencias), busca establecer una pedagogía que proporciona razones y dudas metódicas en espera de ser respondidas y simbolizadas. Entre ellas alguna causa para la edificación de una Francmasonería liberal, mixta y adogmática que postula la libertad absoluta de conciencia.
En Francmasonería existe un orden de necesidades ineludibles. Una de ellas, es la crónica de cómo hemos adoptado los hitos que han hecho de la razón nuestra atalaya. La Francmasonería hace parte, sin ningún tipo de rubor, del corpus general de la Filosofía y de la Historia Universal. Somos filósofos porque somos masones. Somos historiadores porque somos masones.
El pensar masónico es históricamente crítico y filosóficamente totalizador.
Siendo la Orden un fenómeno inserto en la Modernidad, su investigación filosófica del pensamiento está correlacionada con el proyecto racionalista modernista. Por ejemplo, explora la realidad en los viajes de todos sus grados, usando definiciones muy básicas como punto de arranque (tanto en el enunciado de esos viajes como en el carácter de las herramientas que los acompañan); unas cuantas características encadenadas del objeto a estudiar, que luego intentan acercarse a la dignidad acabada del concepto (un ordenamiento de todas las determinaciones de ese objeto). En efecto, el itinerario por los grados es la historia de unas nociones elementales que se van superando unas a otras, hasta llegar a cadenas lógicas que al ser ejecutadas provocan modelos concretos (por ejemplo, en nuestro “simbolismo aplicado” de la Geometría).
El Francmasón sabe que la única manera posible de acceder a un conocimiento concreto es emprender el viaje (historia), durante el cual se observan, conocen y aprenden las partes fundamentales que lo constituyen.
Sus interrogantes, entonces, giran desde el principio de la Iniciación alrededor del Pensamiento (como término de un encadenamiento lógico). Pensamiento en el sentido del lôgos griego: Es decir, el todo, la Inteligencia manifestada en un sentido y un lenguaje (el verbo como aparente principio de todo) como forma exterior y experiencia de la razón. La acción crítica sobre lo real viene luego, cuando ese conocimiento positivo se encuentra con la Voluntad en forma de motor de las herramientas simbólico-prácticas de construcción. Una investigación del Pensamiento que pretende explorar la naturaleza de lo real.
Para detallar en algo esta consciencia filosófica de la Masonería, como se ha dicho en distintos foros, recordemos que el origen moderno de la Orden está en las islas británicas: como parte de un fenómeno íntimamente ligado a la manera de entender la realidad, los procesos sociales y las libertades imperante en el mundo anglosajón.
No obstante, durante la proyección de la Francmasonería por el continente, pasaríamos a hablar de una colectividad humana (el mayor exponente de la Cultura Iniciática occidental) tremendamente influida por las corrientes de pensamiento de los lugares a donde llega.
De lo que hablamos aquí es de la aspiración más profundamente occidental de la que tenemos noticia: la conciliación del mito y la razón, la reivindicación filosófica de la libertad para dudar de todo, la promesa moderna (casi industrial) de un progreso amante de la indignación y la emancipación.
La Masonería pretende pensar al sujeto a la vieja usanza (si me permiten): reflexión ilustrada y esperanzas de constructor y constructora.
A esta altura me parece importante nombrar que la Logia R está llevando a cabo en Madrid un experimento pedagógico muy interesante: al que denominamos II Curso de Fundamentación en Francmasonería: tres siglos de la refundación moderna. En él, entre muchas otras cosas, se han planteado dos asuntos: Uno: se ha expuesto el enfrentamiento de teorías sobre el origen de la Orden (rupturista y continuista). Dos: y al hilo de esto estamos ahora hablando de las corrientes de pensamiento que han venido, de distinta forma, a contribuir y alimentar el “relato contemporáneo de la Francmasonería”.
Porque, aunque existe un íntima (pasional) relación entre Masonería e Ilustración, entre Masonería y Racionalismo o entre ésta y el Positivismo. Es muy importante decir, que (como propuesta teórica de exploración de la realidad) nuestros modelos de estructuración del conocimiento han incorporado (a veces indirectamente) planteamientos muy diversos: provenientes, por ejemplo, de la Filosofía clásica alemana: lo que ocurre entre Kant, Fichte, Schelling, Hegel (sobre todo Hegel y su modelo de la dialéctica) y Feuerbach.
Pero incluso más allá: nuestra teorización (aunque sea iniciática) sobre un proceso productivo post-alienación (un trabajo glorificado donde el individuo no se pierde a sí mismo ni sufre una claudicación civil y política) también podría interpretarse como cierta antítesis de ese sujeto visto por Marx, que al objetivar su potencia de trabajo sufre esa especie de “extrañamiento” respecto a la realidad en medio del imperio de la mercancía. Nos referimos a la Mercancía como objeto perdido que domina al individuo… porque lo desea. Pues bien, en Masonería de varias formas parece querer responderse dialécticamente a ese ataque al sujeto autoconstituido y soberano, que desde los inicios del capitalismo pretende ser deshumanizado.
Pero incluso más allá, existe todo un campo extraordinario de estudio entre Francmasonería y exploración hermenéutica. Desde la Filosofía (por ejemplo, la F política) extraemos que nuestro modelo (masónico) de convivencia está íntimamente relacionado con la “interpretación”.
Hermes: llevaba las misivas de los dioses del Olimpo. Su trabajo era trasmisión y mediación (El banquete, Platón). Hermes debe transmitir aquello que existe más lejos que la comprensión humana y mortal… al hacerlo comprensible termina por alterar el mensaje original… anarquiza… interpreta. Tal alteración es una “contribución” a la visión-mandato divina original. Y lo aleja de la metafísica (la explicación totalizadora como ideal).
La Hermenéutica correría paralela a la Escuela de Frankfurt en relación al desarrollo de una “teoría crítica”. Ésta, desde una raíz que retrocede a Lutero y Freud (y más tarde T Kuhn), cuestiona las normativas socialmente aceptadas. Los “hechos” histórico-sociales son símbolos, textos (narrativas) que demandan “interpretación” antes que “objetividad”, debido a la complejidad del lenguaje… la palabra (en Masonería, el sujeto que narra).
El programa teórico-práctico de la Hermenéutica es la “interpretación”.
Este programa tiene como base algunas contribuciones de Nietzsche, Heidegger y Gadamer.
La Hermenéutica implica trascender el debate (cultural o político, incluso) de la verdad hegemónica. Para estructurar un espacio de tolerancia que soporte la coexistencia de distintas interpretaciones.
Y esto es una de las cosas hechas en un Taller masónico: aceptamos una complejización estructural que establezca una relación nueva entre objetividad y pluralismo. En otras palabras entregar legitimidad a otras manifestaciones del pensamiento.
Pero ese recuento sobre las corrientes alimentadoras del “relato contemporáneo de la F”, incluso, podría llevarnos de lleno hasta el Psicoanálisis (a través del problema del reconocimiento y legitimación de la CS del otro/a distinto). Aquí no hablamos únicamente del peso del inconsciente en todo lo que tiene que ver con la exploración hermenéutica de la realidad en un individuo al que se le exhorta a convertirse en soberano y arquitecto de su propio relato (un enfrentamiento a las estructuras de naturaleza metafísica que restringen al sujeto).
También nos referimos a una revisión del Yo y el otro respecto al qué y el cómo de nuestros deseos. Eso que denominamos como “el Método Masónico” tiene mucho de psicoanalítico (por ejemplo desde Lacan), en la medida que cuestiona la relación del individuo con lo imaginario (en enfrentamiento a las preguntas sobre el Yo), lo simbólico (dada nuestra compleja relación con el lenguaje y el relato) y lo real. La Logia puede plantear esa pantalla para la proyección (la película sobre la cotidianidad), ese escenario (Lacan) donde representar un espacio para el deseo. Por ejemplo, ante preguntas eternas como ¿qué soy yo para o respecto al deseo del otro?
Me refiero a cómo resolvemos cosas como la tolerancia o la fraternidad en base a un combate contra ese deseo de atacar lo que hay de mí en el otro y lo que está en el otro y deseo para mí.
Evidentemente, si nos aventuramos a decir que la Masonería es un estadio de la Filosofía, precisamente porque intenta responder (entre otras cosas) a algunos de los eternos problemas de la F (como la identidad entre pensamiento y realidad.
También hemos de aceptar (en base a Lacan) que compartimos esa misma estructura (esa clínica, si me permiten) paranoica (en algunas casos psicótica) que caracteriza a los grandes sistemas filosóficos que intentan una exploración de las consecuencias últimas de buscar lo real.
Hay un delirio en el fondo de nuestra búsqueda de lo desconocido. Y las profundidades del inconsciente son desconocidas (la metáfora de la piedra por tallar y la arista desprendida del Masón).
Como consecuencia de esto la M es un estadio filosófico, pero también una condición psicológica: que impone necesidades para la praxis masónica sana. Es decir, la M es como un psicoanálisis (donde el papel del analista lo ejerce el Taller) en el que se implementa una especie de terapia de choque donde usamos al pensamiento simbólico para descontextualizar la “arista inconsciente”, generando simultáneamente una re-contextualización creativa-erótica en el obrero: hágase soberano del relato que determina su estar en la realidad, por ejemplo, erotizando sus impulsos creativos. Lo que equivale a que su relato, por lo menos, exprese y simbolice sus demandas de libertad.
En efecto, el Taller es como el analista que escucha, que pregunta e interpreta. Pero atención: hablamos de una terapia de choque para la que es absolutamente necesario estar sano. Hablamos de condición psicológica porque requiere una interiorización en la CS del sujeto de las bases epistemológicas o las propias condiciones de posibilidad del Taller masónico, por ejemplo, Libertad-Igualdad-Fraternidad. Una profundización en mi CS, también mediante la profundización en la CS del otro/a.
Para finalizar, en este 2017 (300 años después de la aparición moderna de la Francmasonería y en medio de toda clase de actos conmemorativos en el mundo), nosotros nos presentamos para hacer una de las mejores celebraciones posibles: hacer honor a este bagaje y (en ocasiones a pesar de él) revivirlo todo desde el principio: crear un Triángulo Masónico con la firme ilusión de que en poco tiempo se convierta en una nueva Logia masónica liberal que contribuya con su papel: ser una escuela de ciudadanos/as donde se ejercen altas dosis de libertad y una elevada cultura política democrática.
Vladimir Carrillo Rozo
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